Al ver por la tele y también
las distintas fotos que mis amigos jaqueses han colgado en las redes
sociales sobre las pasadas nevadas de este frío y borrascoso invierno en Jaca, han acudido a mi mente, casi como un flash con bastante nostalgia y una sonrisa pícara aquellos juegos que improvisábamos los críos
sobre el blanco manto que cubría las calles y envolvía el paisaje de Jaca.
Hace ya demasiado tiempo –años- que no veo nevar; De hecho, ni me acuerdo de cuando
fue al última vez que mis ojos vieron caer una nevada como la acontecida en
este singular invierno jaques; desde que
me tuve que alejar por las circunstancias de la vida de Jaca , –allá por 1967-,
no he podido coincidir nunca, ni
compartir, un invierno aquí, por
tanto solo en mi memoria, -atesorada y recogida en los años de mi infancia- perduran aun aquellos recuerdos de
aquellas nevadas formidables y
sorprendentes…

-¡¡Va a nevar... Va a nevar!!- esa era la sensación que bien conocíamos y notábamos
en cuanto percibíamos esa atmósfera, sin
duda conocíamos perfectamente el escenario y ese ambiente que el cielo nos regalaba
en esos instantes exactos; la temperatura a esa hora había caído por debajo de cero
y había estado todo el día lloviznando aguanieve, se preparaba una gran nevada sin duda.
La nieve no tardó demasiado en aparecer; primero unos
minúsculos copitos se agitaban en la brisa como preludio de los que un poquito más tarde llegaría; copiosos y grandes copos sustituyeron a sus
hermanos minúsculos, y no tardarían en engalanar de blanco los
tejados y calles de Jaca y de dibujar y trazar un
inmaculado manto sobre el paisaje; la gran
Peña Oroel, las montañas colindantes de toda la Jacetania y la cadena pre-Pirenaica, con Collarada como capitana, se enfundaban y engalanaban con su manto
inmaculado blanco invernal .
Para nosotros, los niños de entonces, -rudimentarios hasta
la saturación- una nevada así, medio metro y a veces hasta casi dos, era un
regalo sublime de la Naturaleza; Nos encantaba perfilar surcos sobre el blanco
nítido y suave de la nieve; las calles y aceras se habían extraviado o no existían; trazar auténticos
laberintos con pasillos de tabiques de
nieve sin sentido en la pradera blanca que se formaba en nuestro patio, e
inventar las más disparatadas aventuras dignas
de audaces cosacos bolcheviques sobre la estepa blanca recién creada en nuestro entorno.
Con dos cañas de escobas de barrer (de las de antes, de
auténtica caña “gorda”) y un cajón de madera de embalaje de frutas, los niños
del pasado siglo, inventamos y
construimos los mejores y más veloces trineos
de la historia –tracción humana-; con bastante
ignorancia del peligro, mucha
temeridad y osadía sin límite, fuimos sin
saberlo y sin pretenderlo los primeros expertos e
intrépidos “bobsleighs” (Deporte Olímpico, de descenso de trineos)
Nuestra especialidad consistía, con nuestro singular y extravagante trineo, en deslizarnos por las calles, pendiente abajo , o en largas laderas de monte hacia abajo, sin frenos y sin paracaídas: Algunas veces, (casi todas) “aterrizábamos como podíamos” en los zarzales, otras en charcos helados que
se resquebrajaban y rompían cuando nos recibían, otras chocando contra
montículos o pedruscos y que nos escupían al aire, dando varias vueltas de
campana, y otras en las que el trineo, evidentemente, al no estar diseñado por ningún ingeniero de "Ferrari," simplemente se desintegraba por la velocidad y las vibraciones descontroladas;
frenar era otra dificultad mas añadida, y siempre
mirando de reojo, que no se cruzara un árbol en el
camino y trayectoria elegida por la inercia del propio trineo: no teníamos noción del peligro, eso no existía
en nuestro vocabulario.
Había otra opción; consistía en atarnos los anoraks, o bolsas
de plástico a la cintura y sentarnos sobre el mismo; el deslizamiento y
velocidad eran parecidos, pero en este
caso “la carrocería” -nuestro trasero- si había algún obstáculo sobresaliente que no hubiéramos
apercibido, acababa bastante magullado, a veces con carcajadas incontroladas al
hacer impacto sobre el llamado “hueso de la risa” que se encuentra en “sacro” lugar...
(Lo digo por experiencia).
Lanzarnos rodando por la pendiente del Ferial y acumular durante
la caída toda la nieve que se adhería a
nuestro cuerpo, formando auténticas bolas de nieve humanas, o hacer mini-poblados de pequeños iglús escarbados sobre la
nieve donde nos escondíamos en nuestros juegos: tallar toda clase de figuras plasmadas en monigotes y muñecos de nieve
compacta, con su nariz de zanahoria sombrero de paja y la escoba de fusil, o las guerras a bolazos de nieve en los
glacis, entre las diferentes pandillas del
instituto o grupo escolar..
Recuerdos que vuelvo a saborear estos días, gracias a la tecnología
de hoy, viendo las fotos de mi querido pueblo; siempre
añorado, siempre amado y siempre suspirado, su hechizo pervive para siempre en
el corazón de quien lo ha conocido y disfrutado.. y yo puedo decir que fui un privilegiado con aquellas vivencias.
Este es un pequeño reportaje de las nevadas en Jaca de este pasado mes de Enero del 2013.... casi igual, pero 50 años después... algo ha cambiado, pero todo sigue siendo increíble allí...