Mis Amigos

viernes, 21 de octubre de 2011

El gato Serafín.



Otro de mis recuerdos imborrables de Jaca, un recuerdo indeleble sentimental y lleno de cariño a un animal de una nobleza total, y fidelidad  hasta el final
Esta es la historia real del vagabundo Serafín, un gato de color marrón parduzco, algo andrajoso,  muy avispado y también muy  decidido; con una “personalidad gatuna”, sorprendente, y que compartió un cortito pero muy valioso tiempo en nuestras vidas, durante unos meses; Sucedió hace mucho tiempo, pero nunca se me olvida;  jamás he conocido desde entonces o tenido otra mascota tan  leal, obediente y noble como Serafín. Seguramente en su deambular por las afueras de Jaca la vida no le había tratado demasiado bien, pero su comportamiento su fidelidad y su complicidad no dejo a nadie indiferente. No era un gato normal, su actitud distaba mucho del estereotipo de los gatos comunes, desconfiados, suspicaces y recelosos en general.
Recuerdo que incluso  me esperaba a la salida del colegio, y saltaba sobre mí dándome lametones y pequeños mordiscos de alegría como si fuera un perro en vez de un gato, ante la mirada atónita y un poco envidiosa  de mis compañeros: era un gato ya adulto cuando lo encontré en unas obras cerca de mi casa. Nos tirábamos desde  un primer piso en construcción, mi hermano Pablo y yo a una montón  de arena repetidas veces, protagonizando una película de gánster, yo te disparo y tú retorciéndote de dolor  caes, y luego al contrario, ganaba quien mejor escenificaba la parodia y “moría” mejor..
 En un momento dado, paramos a comernos la merienda que mi madre (como siempre) nos había preparado, consistente en sardinas enlatadas, entre dos rebanadas de pan, cuando en la ya penetrante semi oscuridad de la obra observamos un par de ovalados ojos azules brillantes,  que se acercan sin prisa pero sin pausa hacia nuestra pétrea posición, pues Pablo y yo nos hemos quedado de granito; hace rato que estamos allí y nadie se ha acercado a husmear en nuestros juegos, por lo que la sorpresa es total y nos da cierta desazón:  Por fin,  ante nuestros ojos aparece la silueta de un gato mas bien grande, ya adulto, tono  marrón,  caminando en plan solemne,  -algo chulesco diría yo-  mirando descaradamente  nuestros bocatas: -yo quiero pensar  que le ha atraído el olor a sardina en aceite-: sin perder la compostura, se sienta frente a nosotros,  a un par de metros de donde estamos todavía  absortos,  aun sin reacción; con aire ceremonioso como si de una reverencia se tratase al más puro estilo Luis XV, suelta un sonoro, claro,  largo y conciso, ¡MIAAAUU! ¡MIAAAUU!, -Que  para mí está  muy claro lo que quería decir-,  (traducción literal), ¡tengo hambre! ¿Me invitáis?
Era un gato muy listo, y lo demostró en repetidas ocasiones;  Yo, con cierto tembleque, le tendí la mano con el  medio bocadillo que me quedaba, y él hábilmente pero con decoro, eso sí, sin moverse del mismo sitio se lo comió, pan incluido en unos treinta segundos aproximadamente, luego repitió plato con el resto del bocata de Pablo y desde entonces ya pasó a engrosar la lista de nuestros amigos y coleguillas,  con el respetuoso nombre de Serafín. Desde entonces, nos acompañaba a todos los sitios, se tiraba igual que nosotros a la arena desde el primer piso, pero no ganaba nunca porque siempre caía de pie, y eso no valía. Sí que nos ganaba,  cuando hacíamos carreras, y  jugábamos al escondite, pero  porque era más ágil y más pequeño, pero el caso es que nos escoltaba allá donde fuéramos, incluido al colegio. No sé bien porque,  pero sabia que él no tenia que entrar, nos esperaba a la salida y luego hacía el trayecto acompañándonos a casa y compartiendo nuestras meriendas;  participaba en todos nuestros juegos y dormía en el sótano de nuestra casa, donde además se atiborraba de ratones el muy astuto: fue como un juguete para todos.
Un mal día, y viendo que no estaba a la salida de las clases, nos dio mala espina,  y efectivamente, cuando llegamos cerca de las casas militares, en un charco de agua y barro, sin vida,  estaba el pobre Serafín, apaleado, y apedreado sin piedad por los arrogantes y   envidiosos hijos de los oficiales, nuestra banda rival por  proximidad directa, y que además se jactaban de su hazaña riéndose de nosotros porque éramos más pequeños. Serafín jamás los odió, jugaba también con ellos aunque no fueran nuestros amigos, para él no había distinción, creo que pensaban que todos lo seres humanos le tratarían como nosotros, él se veía como uno mas, no huía nunca de nadie, ni siquiera cuando le apedrearon, murió por ser tan leal.
Aquél día, tuvo lugar una de las batallas más cruentas que yo recuerde  entre hijos de oficiales y suboficiales, luchamos a pedrada limpia, también con nuestros rudimentarios arcos y flechas e  hicimos prisionero y arrojamos  al canal  al jefe de su banda;  luego destrozamos (y después pagaron nuestros padres) los cristales de su elegante portal. Hubo magulladuras y contusiones, cabezas abiertas por certeras  pedradas (“cuqueras” se llama cuando la cabeza se abre por esta razón) en ambos bandos, y  aunque invariablemente en nuestras particulares guerras,  parábamos cuando se producía la primera “cuquera”, la batalla duró hasta que no quedó ningún hijo de oficial sin su brecha sangrante; aquel día les  dimos una buena lección y aunque la  triste victoria cayó (como siempre solía  ocurrir)  de nuestro lado, eso no nos devolvió a la vida al pobre Serafín.
Después, al caer la noche, al lado de los chopos del canal,  en una gran pira de fuego, incineramos y despedimos  a Serafín en un gran silencio  con honores “militares”.
Aunque tan solo era un gato, aunque solo estuvo con nosotros un par de meses,  nos dio una gran lección de fidelidad, nobleza y compañerismo al significado de la palabra amistad…
Nunca olvidé eso Serafín, nunca…!!! Ni a ti,  amigo mío!!!

Grillos de la "P"



 
Otra de las “actividades” de aquellos veranos fantásticos, que nos gustaba hacer siempre  y a las que nos apuntábamos casi toda la pandilla, era la ir a  la caza del grillo de la “P”… el grillo que más y mejor canta, le llamábamos de la “P” porque  poseen en la parte superior del cuerpo un dibujo amarillo que se aproxima una “P”…
Sin duda era una actividad plenamente tan silvestre y espontánea  como la vivencia del propio grillo campestre.  Los impresionantes glacis verdes que rodean la Ciudadela (hábitat natural de nuestros queridos grillos de la P) eran el campo de operaciones, donde cada uno de la pandilla “armado” tan solo con unas finas y largas pajitas de hierba y caminando con el mayor de los sigilos, semi agachados, con la oreja tiesa, parpados entornados y vista agudizada, paso a paso, nos dejábamos guiar  hacia  el incesante  criii criii que nos trasladara hacia su madriguera: Entre el múltiple canto, había que descifrar y localizar uno en concreto para seguir su pista, no era fácil elegirlo entre tanta cantilena de  grillos y de cigarras a la vez.
Había que intentar avistarlos a una distancia de un  par de metros por lo menos, pues de lo contrario el “grillo de la P” que era muy astuto notaba nuestra insensata presencia y se mosqueaba lo suficiente para dejar de cantar y de señalar su posición, escondiéndose rápidamente en  su guarida.
Eso nos creaba un serio  problema añadido a nuestro “rastreo”; había que comenzar a remover la hierba palmo a palmo y buscar el agujero, no importaba el tiempo, ese grillo era ya un objetivo asegurado; después de estar varios minutos atentos a su canto y seguir su estela,  sabíamos por “experiencia” que no podía andar mas allá de un par de metros a la redonda…  la zona era peinada, acotada, con el mayor de los esmeros, hasta que por fin, y tras unos cuantos rodeos y movimientos de yerba,  la oscura entrada de la grillera quedaba al descubierto, con su terracilla de tierra aplanada a su alrededor, eso si, completamente nítida, donde el grillo ademas de tomar el sol,  “canta”  para atraer a la hembra.
Comenzaba entonces la operación de hacer salir al grillo de su madriguera; Se introducía la pajita poco a poco dentro del agujero, con cuidado y con tiento para notar cuando palpábamos al grillo de la P;  había que tener cierta pericia para zarandear con cariño la pajita e intentar hacerle las suficientes cosquillas y conseguir hacerle salir; a veces lo conseguíamos  enseguida, otras costaba lo suyo, pues el grillo salía, veía el plan que se le venia encima y se volvía a meter a una velocidad diabólica, sin dejarnos reaccionar, antes de que con el dedo pulgar de la  otra mano pudiésemos cortarle la retirada y tapar el agujero que era la forma mas ortodoxa de cazar al grillo de la “P”.
Otras veces no había manera de hacerle salir por la técnica tradicional; era cuando el grillo no se enteraba, o simplemente no tenía ganas de salir por las buenas, cualquiera que fuera el caso es que no estaba por la labor; entonces no quedaba otra, era cuestión de dignidad, o el grillo o yo, había que recurrir al ultimo recurso,  la técnica de orinar y atinar de lleno en su madriguera;  la cantidad mínima de orina  para que el bicho se sintiera lo suficientemente furioso e indignado y decidiera salir a pelear y morder al osado que le  ha provocado esa ducha caliente, apestosa e indeseada en plena tarde estival;  en fin era la manera menos escrupulosa, pero inevitable cuando no había mas alternativas.
Luego ya se le resarcía y premiaba en su nueva “casita”, hecha con alambres y maderita; una jaula pequeñita en la que el grillo de la P viviría como un rey, en nuestra casa y a nuestra costa el resto del verano, a base de hojas de lechuga, hormiguitas y de vez en cuando lo sacábamos a pasear al patio de nuestras casas militares… A cambio por las noches nos cantaba su incesante crii criii, y nuestros padres que no podían dormir,  nos hacían sacar al grillo de la habitación y dejarlo en el balcón..


En fin, este uno de mis  recuerdos de Jaca y de mi niñez  que guardo con mucho cariño; Siempre que vuelvo a Jaca, y paseo por los glacis de la Ciudadela, no puedo evitar cerrar los ojos por unos instantes, y evocar aquellos momentos tan fantásticos .


domingo, 2 de octubre de 2011

Arcos y flechas

Coincidiendo con el final  del  verano, no puedo evitar que  dentro de mi memoria revoloteen aun muy presentes, con especial cariño y no menos  añoranza, aquellos veranos en la Jaca de mi niñez;  eran unos meses interminables;  a nuestra temprana e infantil edad, (éramos poco menos que unos críos), mis hermanos y yo disfrutábamos de  los meses de estío con especial intensidad; coincidían con los meses de vacaciones de las escuelas nacionales, y en plena edad escolar no teníamos excesivas cargas ni obligaciones especiales así que  era tiempo de inventar, de crear fantasías, de dejar  volar nuestra imaginación a cotas inverosímiles, tanto como el paisaje, la campiña, la vegetación y el horizonte jaqués  fuera capaz de estimular en nuestras mentes. (Entonces no existía ni la televisión, ni por supuesto, ningún   juego electrónico, los únicos juegos eran los que fuéramos capaces de crear o inventar desde nuestra imaginación)

Entre algunos de ellos, recuerdo los arcos y las flechas que improvisábamos, seguramente copiados de las películas de Robín Hood o de indios y vaqueros que veíamos en las salas de cine improvisadas en las aulas de los  Escolapios: muchos momentos de aquellos largos  días jugábamos a ver quien hacia volar la flecha a mas altura (para ser válidas  las flechas tenían que sobrepasar como mínimo el tejado de nuestras casas militares), para ello como “truco” le poníamos enrollado un poco de alambre en la punta de la flecha, así hacia mas peso en la punta y el aire no se la llevaba; además decorábamos los arcos y las flechas con la tinta china de colores del cole, en un alarde más de fantasía juvenil; Colocábamos latas de conservas o botellines de Zinzano vacios (sustraídos del trastero de la cocina del  recién inaugurado Gran Hotel)  a una distancia de 30 pasos junto al canal, a ver quien era el más certero de los arqueros que  además tenia el privilegio de ser nombrado y ser reconocido  como jefe de la banda mientras su arco fuera el mejor.

Nos llevaba varias horas localizar una buena rama para fabricar el arco, generalmente los conseguíamos de las ramas de lo álamos que lindaban con el canal que pasaba a escasos metros de las Casas Militares; la cuerda  (liza) la comprábamos en los almacenes “El Siglo”, le pedíamos a nuestras madres dos reales para comprar regaliz en “La Casita”, y así obteníamos la liza (cuerda fina y muy fuerte) ,  y las flechas las íbamos a buscar cerca del Regimiento, en la linde de un trigal donde había unos matorrales de vergas, unas ramitas largas y finas, óptimas para la utilidad reseñada. Siempre era así, cada uno de nosotros se afanaba por conseguir el mejor arco para comandar la banda; como broche y como reconocimiento de su categoría, al jefe y sobre su cabeza se colocaba una cinta como la que llevaban las chicas para recoger el pelo, y  dos plumas de gallina sujetadas por la cinta.
Mientras fuese el Jefe todos teníamos que ir detrás en fila india para las operaciones que hubiere menester… o las que inventase segun su imaginacion...

Era una de las actividades de aquellos increibles  veranos; había muchas más que seguiré recordando en próximos capítulos para los que como yo aun tengan fresco en su memoria y les traiga gratos momentos aquellos “recuerdos de Jaca”
 
  





martes, 26 de julio de 2011

recuerdos de Jaca


Si  existiese la ocasión de meterse en las aventuras de H.G. Wells y poder viajar en la maquina del tiempo, o de  poder montarme en un sueño mágico y conseguir que esa ilusión se hiciera realidad, mi mejor sueño,  no hay duda,  seria volver a revivir mi  niñez en estas tierras,  en aquellos años increíbles, acompañados  de la mas  tierna ingenuidad de mi infancia, junto a mis seis hermanos y con todos  los amigos que allí forjé y que nunca, después de tanto tiempo, tampoco he olvidado.
Con mi padre,  militar destinado en La Escuela Militar,  y  con mi madre y mis hermanos,  Sergio (el mayor) yo (Jorge, el segundo) y mi otro hermano Pablo llegamos a Jaca en 1954; yo apenas había cumplido 4 años, recuerdo que siempre iba de la mano de mi hermano mayor al que cariñosamente le llamábamos “Tate”, luego yo lleve de la mano a Pablo y él me llamaba “Tote”; después y hasta 1968 en que dejamos atrás  Jaca, nacieron allí y casi seguidos mis otros  cuatro hermanos,  Gustavo, Alberto, Olga y Roger.
Allí y durante esos años,  disfrutamos toda nuestra infancia en Jaca: recuerdo que entonces solo era aun un pueblo grande, con un paisaje y un entorno en estado puro y salvaje;  gozamos esos años de los mejores momentos de nuestras vidas; Aun hoy no puedo recordar momentos y días  mejor que aquellos. Disfrutando plenamente de la naturaleza, de sus montañas cercanas,  de sus ríos y de todo su entorno privilegiado, cada día era una aventura, avivada y  dibujada por la ilusión y por las ganas de soñar e inventar una nuevas fantasías cada día... Asi comenzó nuestra aventura en Jaca,  poco a poco nuestro zurrón de pequeños recuerdos se fué llenando de ellos y grabandose a fuego lento en nuestros corazones para siempre, fué, es y será siempre nuestra patria chica, nuestro pueblo  y al que nunca dejamos de volver en cuanto nos es posible, nuestros recuerdos tambien están grabados en esa tierra de la que no pasa un dia sin que la nombremos.
una foto de cinco hermanos de izquierad a derecha Olga, Alberto, Gustavo, Pablo y Yo

jueves, 3 de marzo de 2011

CASAS MILITARES


Mis recuerdos comienzan aqui... con este paisaje y en estos bloques de casas militares situadas en lo que eran entonces los fueros de Jaca.
Año 55 creo...  ojalá uno pudiera cerrar los ojos y trasladarse en el tiempo a esos años; entonces solo habia Naturaleza plena alrededor de ellas, los niños jugábamos en pleno campo, no habia calles ni casi coches todavia. 
Recuerdo como al norte destacaba siempre la montaña blanca, Collarada, por encima de Rapitan, al sur, la imponte peña de Oroel con su sombra omnipresente, al Oeste el rio Aragon, Abay y Asieso,  con el puente de San Miguel, y las preciosas puestas de sol estivales...Al Este, todo el valle de la Jacetania, una planicie preciosa desde el Serrablo hasta casi Puente la Reina...
Recuerdo el canal al lado de las casas,  atravesaba subterraneo el paseo, luego, salia a la luz, regaba las huertas adyacentes y canalizado se perdia mas allá del Cuartel del  Regimiento; fué durante esos años  un amigo más  para nosostros, nuestro rio para jugar a carreras de barquitos hechos con juncos y nuestra piscina particular en verano. En una de sus orillas, habia unos gigantescos  chopos cuyas ramas nos servian para hacer arcos y flechas: En los dias de viento era un espectaculo verlos bailar e inclinarse al mismo son en un perfecto ballet, el zumbido de sus hojas era  musica en la noche; sus hojas verde y plata destelleaban al sol mientras componian una sinfonia de colores.


miércoles, 23 de febrero de 2011

Mis recuerdos de Jaca

Recuerdos de Jaca

Febrero de 2011… 
 Comienzo este blog quizá demasiado tarde en el tiempo; Ese tiempo que ha pasado demasiado deprisa, pero que no ha conseguido borrar ni una sola huella en mi corazón ni en mi alma; mis  recuerdos, episodios y anécdotas de mi travesía por Jaca entre los años 1954 hasta 1968  siguen latentes y casi tangibles aun hoy día;
Lo que hoy comienzo es un proyecto de repasar esa corta etapa de mi vida plasmada en mis recuerdos de niño en Jaca en esa época, y recordar también aquellos amigos que tuve la suerte de conocer, compartir y disfrutar en aquel paraíso  que fue para mi,  y entonces la ciudad de Jaca.
Intentaré que los relatos de mis recuerdos sean amenos, estarán tejidos, sin duda,  con el hilo de la nostalgia y la distancia y seguramente algo me dejaré en el tintero, aunque en mi memoria siguen vivos y activos todos y cada uno de los momentos que disfruté.
Solo deseo que quien me lea, sea capaz de entenderme y compartir estos recuerdos; me gustaría también encontrar en este blog, a alguno de esos amigos que voy a señalar  y que fueron compañeros de colegio, de  juegos y aventuras y que espero que aparezcan en algún comentario de alguno de mis artículos.
Y por supuesto a todos los que se vean plasmados en esa época y en esos mismos recuerdos, agradecerles su atención y sus aclaraciones o informaciones que me ayuden a  enriquecer estos recuerdos, con sus  fotos  o bien aportando datos o enmiendas  que crean convenientes  reseñar.
Mi correo para lo que me podáis aportar o sugerir es:  jorgeoch@hotmail.com
estaré a vuestra disposición.