Tenía apenas casi 16 años cuando aquel mes de Agosto del verano de 1966,
salí por última vez de mi casa y atravesé el
portal que da al patio de
mis casas militares:
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Casas Militares en los años 60 |
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Vista general de Jaca; Peña Oroel al fondo |
“volveremos a vernos amiga mía, no te olvides de mí, ya sabes que me debes “una” (esa “una”, es algo entre ella y yo, un secreto que algún día revelaré, y que se corresponde con un deseo que me gustaría ver cumplido algún día )
Seguí mi camino, giré
hacia a la izquierda y desde el
quiosco de “Manolita” me despedí desde la escalinata del Paseo; escenario de tantas y tantas
aventuras y escarceos infantiles y juveniles;
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Entrada al Paseo, y quiosco de "Manolita" |
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Carrito de golosinas "La Dulcinea" |
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Entrada a la calle Mayor años 60 |
Seguí hacia el norte, a mi
derecha nos despedíamos mutuamente de
la calle Mayor, uno de los
escenarios más emblemáticos de mi vida jacetana y de tantas paseos arriba
abajo sin nunca olvidar cantidad de
eventos que viví en ella y que se quedaba también con una parte de mi historia;
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Bar "Equiza" años 60 |
a mi izquierda el Bar
Equiza, donde mi padre me animó por
primera a probar una cerveza “San Miguel”;
jamás olvidare aquel aroma a cebada y ese deje amargo tan sutil de mi primera cerveza y que
luego se convertiría en una de mis
bebidas refrescantes preferidas.
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Antigua Avda Primer Viernes de Mayo, emisora Radio Jaca y antena a la dcha |
Tercer piso, Radio Jaca y antena |
Me despedí con la vista clavada en la antena, y una última mirada de soslayo al tercer ventanal donde aún entre sus paredes, se deben escuchar y cohabitar aquellas historias radiofónicas y otros eventos de esos años inolvidables de su valiosa
historia ;
con tristeza asentí
con un gesto involuntario de mi cabeza, y
di la gracias por haber formado parte de su leyenda; muy pequeña, pero una mínima aportación formando parte de aquellos
atrevidos novatos, pioneros que junto a mi padre y otros
enamorados de la radio, se volcaron de un modo generoso y altruista para que Jaca fuera en lo posible la pionera de un referente radiofónico dentro de la geografía hispana y orgullo del pueblo jaqués.
Seguí caminando cargado con mi maleta llena de sueños y recuerdos; de frente Collarada con sus colores pardos estivales me contemplaba; sin su manto brillante parece algo más acogedora, aunque con su
vestido blanco invernal inmaculado destaca como una novia radiante; mirándola de
frente y con una mueca de resignación le
susurre….
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Collarada, la "Gran Dama Blanca" |
“a ti también te echare de menos mi querida Dama Blanca”… aunque
nunca llegué a pisar su cima, su silueta mágica erguida en el punto más
alto del horizonte pirenaico que se
divisa desde Jaca, había sido muchas veces
protagonista, y la Dama gigante de
mis aventuras inventadas y soñadas de
niño.
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Entrada a la Ciudadela; al fondo Collarada" |
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Portalón de entrada a la Catedral |
Un poco más adelante, ya en la
carretera de la estación, me esperaban
mis padres y mis hermanos que se habían adelantado con el resto del
equipaje en “el coche de la estación ” a la altura de la vertical de la Escuela
Militar; desde allí hasta la estación, recuerdo parte de la conversación con mi padre sobre lo que
dejábamos atrás; “su querida Escuela
Militar, ”
esos años participando en numerosas marchas por los Pirineos, sus cursos de ski y escalada, sus acogedoras estancias en Candanchú, y sobre todo sus peripecias militares por Ordesa, (a la que volvería yo en 1971 a rememorar un poco aquellos recuerdos).
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Panorámica de la Escuela Militar de Montaña |
esos años participando en numerosas marchas por los Pirineos, sus cursos de ski y escalada, sus acogedoras estancias en Candanchú, y sobre todo sus peripecias militares por Ordesa, (a la que volvería yo en 1971 a rememorar un poco aquellos recuerdos).
Mientras esperábamos en la estación el tren que nos llevaría
a otros parajes, acertaron a pasar por mi memoria como si de una película se
tratara algunas de las imágenes que habían formado parte de mi vida jacetana y que ingenuamente creía podía guardármelas y
llevármelas conmigo allá donde fuese,
como si se tratara de mi álbum de cromos-recuerdos: de hecho lo era, pues nunca
en todos los sitios en los que después he estado he llegado a conocer un sitio
como Jaca.
JACA, fue para mí, y todavía lo es y será para siempre, el santuario en el que mis sueños conviven aun
con la imaginación y la ilusión de un niño que fuera de ahí no ha crecido, y
que cuando pienso o imagino ir o estar
en Jaca, el tiempo transita en un bucle mágico que rememora continuamente
aquellos recuerdos increíbles que conviven para siempre en mi memoria. Es
difícil, lo sé, explicar ese sentimiento, supongo que hay que vivirlo para
comprenderlo en su dimensión real.
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Puente de entrada a la estación de Jaca |
Sentado en uno de los bancos de
la estación, y bajo el reloj que marcaba el tiempo de espera, se paseo por mi mente uno de mis
primeros recuerdos; creo, con cinco años y mi padre me lleva por primera vez al colegió “Los Escolapios” .
uno de los cursos de escolapios con el Padre Tomas |
nos daba las clases sin bajarnos de los mismos, cantando las
tablas de multiplicar una y otra vez y rezando ave marías y padres nuestros, … y otra era que mi hermano Sergio también
estudiante del mismo centro pero 8 años mayor que yo, me llevaba y traía siempre de casa a clase.
Era mi “canguro”; después dos años en las
escuelas “Nacionales” , con maestros de
primaria que recuerdo, (D. Crescencio, D. José, D, Eduardo),
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Primer curso en las escuelas Nacionales: el maestro D. Crescencio |
Ensimismado en mis recuerdos, y
envuelto en una bufonada de vapor y relinchar
de ruedas metálicas, el tren reposa ya en el andén; No hay tiempo para
más arrumacos en mis recuerdos, me subí
al vagón de madera en medio
todavía de una nube de vapor;
con toda la
familia ya a bordo, me acomodé en
uno de aquellos vetustos bancos de madero que eran las butacas del vagón y
elijo una ventanilla para observar cómo se alejan todos mis sueños; Eso sueños que siempre guardare en mi cuerpo de adulto pero corazón de niño y
que me harán mantener siempre la
ilusión y esperanza de volver a ese lugar sublime, que
fue mi mundo mágico y donde siempre
descubro motivación y deseos de regresar
cada vez que lo he hecho a lo largo de los años.
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El canfranero en el anden |
Mi último recuerdo de Jaca
aquella tarde de Agosto, fue de nuevo ver desvanecerse poco a poco en el
horizonte “mi Peña Oroel”; me preguntaba
cuando volvería a verla otra vez, cuando podría volver a mis traviesas
aventuras con mis amigos por sus veredas y senderos, esos que zigzagueando, poco a
poco te elevan a su cumbre;
cuando volvería a ver Jaca
desde la atalaya de su cruz, y
cuando volvería a disfrutar de esas
panorámicas con las gigantescas moles
montañosas de nieve perenne que se
recortan en el horizonte pirenaico.
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Salida de le estación de Jaca camino de Huesca, mi amiga "Oroel" se despide de mi |
Poco a poco el tren se iba
alejando, y el paisaje familiar como mis
pensamientos, se iban diluyendo en una amalgama de sensaciones extrañas de mil
sinsabores distintos que no sabía cómo manejar; se quedaba ahí atrás y por mucho tiempo, mi mejor época, mis sueños de niño, mi álbum
de recuerdos, mis rincones más queridos,
mis mejores amigos, mis secretos
y una infancia que me iba a marcar toda mi vida.
He leído todo el relato pero, no llego a comprender a dónde te dirigias con tus 16 años.
ResponderEliminarHola Rafael: gracias por tu comentario y por leer mi post.
EliminarMe iba de Jaca y mi destino era Barcelona.. Hoy esa distancia son solo unas horas, en aquella época era una distancia considerable para mi... además dejar Jaca conllevaba dejar atrás mi mundo, mis amigos de barrio y colegios, mi vida y mi infancia para empezar de nuevo en un sitio nuevo en una edad difícil para volver a tener unos amigos similares... nunca fue igual. un saludo y muchas gracias de nuevo.
Es una coincidencia yo también marché de Jaca, un 21 de noviembre de 1966 lloviendo a mares, en un camión de la Guardia Civil por que habían cesado a mi padre de la Comandancia. Todos los enseres iban en el camión, mi padre delante en la cabina, mi madre, mi hermano y yo, detrás. El viaje tenía como destino Huesca ciudad donde no había estado nunca. Iba a vivir en una casa de agricultor y ganadero que no tenía animales y ya no tenían campos que cultivar. También fue difícil dejar atrás los recuerdos de Jaca donde había vivido mi niñez. Un saludo cordial 👍🍀
EliminarSea donde sea en donde nos dirijamos siempre llevamos en nuestra maleta los recuerdos vividos en nuestra infancia, bonito relato de tu juventud.
ResponderEliminarUn abrazo.
Hola Jorge. No podía ser de otra manera. Realmente se nota que llevas a Jaca en el corazón. Parece que hay que llegar a nuestra edad para engancharse a los recuerdos y no soltarlos. Te felicito por tu artículo. Y sepa usted, que he adivinado su secreto, que también es el mio, allí nos veremos. Un fuerte abrazo.
ResponderEliminarHola Jorge: celebro la "reapertura" de tu blog; idénticas sensaciones las mías cuando el 9-9-69, dos días antes de cumplir los 17, abandoné Jaca. La única diferencia es que fue en un Seat 600 y con destino Madrid, pasando por la calle de la Luna y bajando a la derecha hacia el instituto (de donde te recuerdo), que vi alejarse, como luego la Peña Oroel, para no verlos de nuevo hasta ya pasados demasiados años. Tus primeros maestros en las escuelas nacionales fueron también los míos. Ahora, en Barcelona, intento sobrellevar de la mejor manera posible la cansina distopía social que padecemos. Un abrazo. Paco LV.
ResponderEliminarDisfruté de mi adolescencia en Jaca en los años 70, viví en las casas militares, siempre me sentí arropado por la Peña Oroel camino al Instituto. También un día como tú tuve que coger el Canfranero y mi destino era Barcelona. Han pasado muchos años, he vivido en muchas ciudades, pero nunca he olvidado mis años felices en Jaca y el desasosiego que me invadió la mañana de mi partida, cientos de recuerdos, de excursiones felices por las montañas, de amigos que dejaba atrás...me alegra leer tus líneas, sé que sentimos lo mismo. Gracias.
ResponderEliminarTremendo leerte. Una de mis hermanas está buscando nuestra antigua casa militar e intentando ayudarla he llegado a tu blog y a este post. También dejé Jaca en el verano del 66 con destino al Sahara.
ResponderEliminarSupongo que por la diferencia de edad, yo tenía doce entonces, no habremos tenido relación pero me ha impactado tu relato. Mi nombre es Cristina Diego, éramos seis hermanos y vivíamos en lo que era el número once entonces, en el entresuelo. Un cálido saludo
Por muchas veces que lea esta despedida, de la ciudad y su entorno, que tanto quisiste y sigues queriendo. No puedo evitar sentir la emoción que me produce, todo lo que para ti significaba. Posiblemente difícil de explicar, pero fácil de comprender. Demostrado queda, que aquellas vivencias y sensaciones tan arraigadas , de alguna manera marcaron tu vida, afortunadamente para no dejar de soñar , como lo hacías en tu niñez y juventud .
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