Julio y Agosto de los años sesenta; calor y sonidos chillones de cigarras y
grillos a la vez... los veranos de Jaca
suelen ser bastante cálidos, pero eran y creo que lo siguen siendo, de un calor seco y soportable; contrasta muy lejos de ese
otro calor estival húmedo y pegajoso del litoral Mediterráneo al que nunca me he acostumbrado y que llevo años soportando desde que me fuí de Jaca.
Hoy, cincuenta y pico años después, en el pequeño pueblo de Tarragona, donde resido, y mientras estoy ojeando un libro, observo a mis nietos como se bañan y juguetean en la piscina hinchable instalada en el pequeño jardín de mí casa.
Sus juegos entre risas y chapoteos consiguen que por unos instantes el compartimento estanco de mi memoria, donde están guardados todos mis recuerdos, se libere y rescate una época y etapa completamente diferente y casi olvidada; la de mi infancia, y la de aquellos veraneos en el río Aragón con mis padres y hermanos.
Recuerdo bastante bien, la que fue primera vez que fuimos a bañarnos a “la playa” en Jaca. Papá nos había hablado muchas
veces que en verano nos llevaría a una “playa” especial que hay en Jaca, rodeada de montaña, prados de hierba y árboles, con unas aguas cristalinas y frescas, y que no hay en ningún otro lugar, solo allí.
Un sábado de Julio de ese
verano. Papá nos propuso que nos llamaría a las
siete de la mañana del domingo para preparar con tiempo todos los trastos y bártulos que nos hacían
falta para pasar el día en la “playa.”
A las siete y un minuto de la mañana, y al toque de diana de papá, saltamos como gatos de las literas al suelo
para coger rápidamente turno para el
lavabo; (siendo tantos hermanos había que espabilarse bastante para no ser el último,
y a veces hasta entrabamos al WC de dos en dos ); necesidades fisiológicas urgentes, asearse,
peinarse, y colocarse el bañador eran las tareas inmediatas, y acto seguido en
fila hacia el “comedor-cocina” para un desayuno rápido y frugal ; mamá ya
estaba en guardia desde hacía una hora antes y lo tenía todo controlado…
Una
taza de café de puchero y una tostada de
pan untado en aceite para cada uno - puedo decir con cierta satisfacción- que por entonces era
el desayuno más rico que se podía tomar en aquel momento (eran otros tiempos,
pero -¡¡qué bueno estaba Dios!!- (muchas veces he hecho mía la frase de mi padre, –mirando hacia aquellos duros tiempos) -decía,
que éramos muy pobres, sí, pero muy felices también-
En la puerta de la calle, apilados, unos cestos de mimbre y
alguna mochila con la comida preparada por mamá, mas la bebida (agua) y trastos para subsistir en la “playa”,
íbamos a pasar el día entero y no podíamos dejarnos nada, ni las gorras para el
sol, ni los flotadores ni la colchoneta hinchable para navegar.
Era la primera vez, tanto mis
hermanos como yo estábamos fascinados e ilusionados con esta novedosa aventura, hasta ahora los únicos chapuzones que nos
hemos dado han sido en el canal que transita al lado de nuestras casas
militares y por otro lado, si Jaca no
tiene mar… entonces ¿a qué playa nos llevan Papá y Mamá?, a nuestras edades que
oscilaban desde los dos años hasta mis
once, apenas nos habíamos alejado por nuestra cuenta, más
allá del paseo y los glacis y ya digo, aparte del canal no habíamos visto otra corriente ni masa de agua en nuestro entorno; solo postales de Barcelona y su puerto, y otras de playas de Málaga, en fin,
pronto saldríamos de dudas, pero no dejábamos de hacer preguntas sin parar a
papá, que miraba de reojo a mamá y sonreían con un cierto grado de complicidad.
![]() |
Papá navegando tambien a favor de corriente |
Papá y Mamá se repartieron entre
los dos, los cestos más voluminosos, y mis hermanos y yo, llevábamos cada uno parte de los
bártulos playeros. Nos pusimos en marcha caminando hacia el paseo, lo cruzamos,
luego tomamos una bajada de pista forestal hacia la izquierda, camino de Asieso: creo que quienes nos miraban al pasar (éramos
un tropel caminando en masa) se deberían preguntar si no nos habíamos escapado de algún cuento, comparándonos seguro, con la divertida familia Ulises del TBO;
entonces no había apenas coches, bueno
quizá media docena en todo Jaca, pero no recuerdo ni que modelos se fabricaban
entonces. Creo que eran grandes, negros
y muy cuadrados los que había visto un par de veces circular por alguna calle,
pero desde luego ni pensar que pudiéramos disponer de alguno… eso era un lujo
inalcanzable.
Una vez abajo del todo, al final
de la cuesta, en un recodo hacia la izquierda, aparece de pronto un puente y a
sus pies el enorme río Aragón; desde
nuestra perspectiva, mis hermanos y yo quedamos
sobrecogidos en un primer instante, nunca habíamos visto tan de
cerca un río ni en sueños y la realidad nos superó con
creces la imaginación que teníamos de un
río. La corriente del agua en esa época del año, era mansa y serena, la presa
que retenía las aguas, a nuestra derecha
rugía suavemente y acompasaba
al murmullo del silencioso paisaje de su alrededor.
-Aquí está la “playa”- dijo papá,
esta es la playa “especial” de la que os
hablé, y os lo vais a pasar
estupendamente: vamos a ir a ese sitio y
acampar cerca de la orilla:- poco a poco fuimos bajando y caminando por el escarpado sendero que serpentea las
aguas del río Aragón; El sendero curveaba entre maleza y zarzamoras; nos fuimos abriendo paso hasta llegar a un prado de hierba, rodeada de árboles y flores silvestres, cerca
de un viejo molino, allí el río en un suave meandro, configura una estupenda
“badina” de aguas frías, claras y serenas perfectas para nadar. Nos encontramos en ese
punto, con otras familias, vecinos nuestros de las casas militares, que acababan de llegar también y que habían
quedado con papa y mama para pasar el día todos juntos.
Acampados, y organizados, nos fuimos
de cabeza al río; ninguno sabíamos nadar; así,
con los arcaicos flotadores
ajustados a nuestro pecho nos lanzamos desafiando a las frías aguas del Aragón, una y otra vez,
disfrutando por primera vez de un baño en la “especial playa” de Jaca. Papá y mamá sonreían y seguían todos nuestros juegos, papá se unió a nuestras travesuras y era el primero en lanzarse al agua, nadar y darnos los primeros consejos acuáticos.
Enseñando músculos
con Rapitan detrás de mi
|
Por turnos nos alternábamos para
navegar con la única colchoneta hinchable, deslizándonos por la suave
corriente; era una delicia navegar con las manos como improvisados remos, con los ojos fijos
en la superficie e imaginar o distinguir por debajo del agua las siluetas
de las truchas acompañando nuestra travesía fluvial.
Nadando, jugando y buscando
madrillas y renacuajos, las horas pasaron volando, y solo el ronroneo acompañado
de ese vacío inequívoco del estómago nos avisó de la hora de comer: papá ya nos estaba llamando y pronto nos reunimos en la pequeña pradera, -sentados en improvisadas sillas de piedras- todos alrededor de
nuestros bártulos. Mamá ya había preparado una copiosa y suculenta ensaladilla de
tomate con atún acompañada de un no menos sabroso bocadillo de tortilla de patatas que había cocinado la noche anterior, y que estaba de
miedo.
Nunca lo supe y aun no sé porque será, pero esas
ensaladillas de tomate aderezadas en el campo, y esos bocadillos de tortilla de
patatas que hacia mamá, jamás han tenido el mismo sabor que la que haces y comes en casa habitualmente, aunque tienen los mismos ingredientes.
Todavía hoy, tantos años después, aún sigo "viendo oliendo y saboreando" aquellas
comidas campestres que repetimos cada domingo que bajamos al río, en los veranos que compartimos en esa preciosa tierra.
Luego había que esperar tres
horas para la digestión si comías tomate, tampoco nunca supe porque regla de tres, era así… si no comías tomate eran dos horas solamente. Papá nunca me lo
aclaró del todo, me decía que era así y ya está.
![]() |
Es la hora de regreso tras un día inolvidable en el río Aragon |
Así acababa un día de “playa” en
el río Aragón. Ultimo baño con los últimos rayos del sol penetrando a través de las copas de los árboles; recogida de bártulos y
utensilios, y encaminarse de nuevo hacia el puente, subir el empinado sendero
hasta la carretera, y hacer de la vuelta un paseo apacible y tranquilo, contándonos
las distintas peripecias que habíamos vivido en la “playa”, mientras el sol en el horizonte, se diluía en
un tono rojizo, despidiéndonos también con su
particular acto vespertino y dibujando mil colores en el cielo jaques.
![]() |
Papá y Sergio en el puente nuevo del río Aragon |
Papa nos preguntó por la noche; -¿os
ha gustado la playa ?... –Claro, respondimos-, papá siguió, -aunque no sea la auténtica playa del
mar que conocéis por las postales, podéis estar seguros que sois unos
privilegiados por poder bañaros en estas aguas claras y cristalinas del río Aragón, que llegan desde el mismo corazón de los Pirineos y que
siempre recordareis con cariño y apego a estos lugares y a estos paisajes que
tenéis la suerte de conocer y compartir; acordaros siempre, estéis donde estéis.-
![]() |
Toda la cuadrilla posando a los pies del puente Nuevo |
Su mirada y el brillo de sus ojos
hablaban por si solos, más que su propia voz. Fue toda su vida un contumaz y férreo enamorado de
Jaca, de sus montañas, de su querida Escuela Militar de Montaña, de Candanchú,
de sus marchas por Ordesa y los Pirineos , de sus escaladas y del ski, todo un deportista y un apasionado
de la naturaleza, y aun mejor padre,que nos supo transmitir esos valores y ese
sentir y aprecio tan especial por una tierra a la que amó hasta el
último instante de su vida.
Hoy, en que he narrado uno de mis
recuerdos favoritos, y desde lo más íntimo de mi corazón y de mi memoria le digo a mis padres;
Gracias, muchas gracias por haber compartido con nosotros ese sentimiento tan
vuestro, y dejarnos en herencia esa
huella de emoción y pasión que nos enseñó para siempre a amar, querer y sentir esta tierra como la
sentíais los dos. Hoy nuestro querido río Aragón, sus aguas limpias y
cristalinas, con su particular y característico murmullo, sus prados siempre verdes y esos árboles que nos cobijaron y nos conocieron, conversan
en mutua complicidad de tantas
vivencias y de tantos momentos felices compartidos juntos.
Mamá y papá a la izqda. con sus buenos amigos.. (yo seguía mirando) |
un beso papá... un beso mamá... gracias por aquellos tiempos tan felices a vuestro lado.