Mis Amigos

martes, 16 de septiembre de 2025

JACA: TORMENTAS DE INFANCIA



Tormenta en el cielo de Jaca (Foto: Tere Castán) 
  

Septiembre de 2025.


Con las últimas bocanadas del verano, desde mi retiro en un pequeño pueblecito de Tarragona, me descubro observando, a través de la cristalera del ventanal de mi buhardilla, una tormenta que ha nacido en cuestión de minutos.
Casi sin darme cuenta, pegado al cristal, mi memoria se desliza hacia atrás en el tiempo y abre, como quien levanta la tapa de un viejo baúl, escenas entrañables de mi infancia: momentos que tuve la fortuna de compartir con mis padres y hermanos en nuestra patria chica, Jaca.

Tormentas de infancia en Jaca


Hubo veranos en Jaca en los que el tiempo parecía fluir más despacio, como si la infancia obedeciera a un reloj secreto.
En aquellas vacaciones de verano, los niños vivíamos invariablemente en la calle. Nuestra imaginación no conocía límites.

Una tarde incipiente, aún con la manzana del postre en la boca, mis hermanos y yo corrimos hacia la ribera del canal que pasaba frente a casa. Allí inventábamos juegos que nacían de la nada.

Uno de nuestros favoritos consistía en recoger del suelo piñas de los pinos del Paseo de Jaca y arrojarlas al agua. Cada piña era un barco con destino incierto. Corríamos tras ellas con la impaciencia de los niños; las recogíamos una y otra vez durante horas y volvíamos a lanzarlas sin sospechar que, en lo alto de nuestras cabezas, el cielo estaba preparando otro juego, mucho más grande que el nuestro.


La llegada de la tormenta

“El verano que olía a lluvia”


La brisa que soplaba de San Juan de la Peña llegaba primero como un murmullo, y en un instante se volvía vendaval.


“Cuando la tormenta era nuestro espectáculo ”
(fotomontaje Sergio Ochando )
Los nubarrones cerraban el horizonte, y las gotas —gordas como almendras de cristal— comenzaban a empaparnos sin compasión, obligándonos a huir a toda carrera; el cielo comenzaba a rugir y nuestras "naves" quedaban abandonadas,  a la deriva.
La tierra, agradecida, se impregnaba de ese aroma a lluvia recién nacida que aún hoy me persigue como un cómplice murmullo

Nuestro campamento en el balcón

"La infancia sabe escribir poesía con lluvia, familia y un balcón en Jaca."

Ya en casa, nuestro sencillo  comedor con balcón al exterior se transformaba en un improvisado campamento. Bastaban unas sillas, sabanas  y escobas para improvisar y levantar una tienda imaginaria frente al ventanal.

Desde allí presenciábamos fascinados la frenética tormenta, privilegiados espectadores de la gran función de la naturaleza.
“El campamento frente al balcón”
Recreación, (montaje)
Los chopos de la ribera del canal  se volvían danzarines solemnes al compás del viento; los relámpagos dibujaban culebrinas de fuego sobre el cielo, y los truenos, con su voz grave, marcaban el ritmo de la obra.

 Mientras tanto, mi madre repartía bocadillos de chistorra y mi padre se sumaba a la complicidad de la tropa. Nosotros, embobados, nos dejábamos envolver por aquel teatro infinito, nuestra gran pantalla de cine que la naturaleza nos regalaba .

Éramos un campamento familiar unido bajo un mismo asombro. Y nada más nos  parecía necesario



El arco iris 

"En cada tormenta aprendí que la felicidad puede caber en una tarde de verano, bajo un cielo de tormenta y que siempre regala su arco iris."


Después, casi siempre, llegaba la calma: cuando la tormenta amainaba y el cielo se abría aun con cierto recelo entre la tenue cortina de agua del horizonte, un arco iris tímido se tendía sobre el valle, como si la tormenta pidiera perdón por su violencia. Ese arco iris era nuestro premio, nuestro epílogo de luz.

Arco iris con Oroel de fondo. (Foto: Tere Castán)

Hoy, al evocarlo, sé que aquellas tardes eran mucho más que veranos. Eran refugios contra el olvido, páginas doradas de un libro que ya no se escribe. La infancia pasó, las casas cambiaron, las voces se hicieron adultas.

Pero aún con los ojos cerrados, puedo volver allí: al balcón, al campamento, ºal olor de la tierra mojada, al murmullo de la tormenta.

Y pienso que quizá la felicidad no sea otra cosa que eso: una tarde en Jaca, con mi familia, bajo un cielo que rugía… y un arco iris que, invariablemente, llegaba después

 ------------------------------------

“A mis padres y hermanos, que me enseñaron que la verdadera felicidad cabía en un balcón, un bocadillo de chistorra y una tormenta de verano.”

A Jaca y a mi infancia, que aún saben traerme de regreso con solo oler la lluvia.”

 


Jorge De Aragón